Archivo diario: 22 marzo, 2011

La legalización de la marihuana*

Por José Agustín

Desde hace décadas cada vez más personas en distintos países hemos propuesto la despenalización y la legalización de la marihuana, una planta que se da desde siempre en todo el mundo, que ha sido consumida en muchas culturas y que modifica la percepción.

Los efectos más notorios de la marihuana son el incremento de los sentidos (se escucha, se huele y se ve con más nitidez, así como se incrementa la intensidad del gusto y del tacto). También se altera el sentido del tiempo y pueden ser más difíciles la atención y la concentración porque las funciones de la conciencia se atenúan hasta llegar a lo que Pierre Janet llamaba “disminución del nivel mental”, lo cual no tiene nada de peyorativo pues se trata de un estado en que se activan las funciones inonscientes, sensoriales, muy ligadas al mundo onírico, y tiende a desvanecer la frontera entre la realidad externa y la de la mente. También los ojos se enrojecen, los párpados se entrecierran (por eso se decía “lente oscuro, macizo seguro”) y la garganta se reseca. Los expertos en etnobotánica la ubican entre los alucinógenos, o enteógenos, ya que puede generar experiencias visionarias.

Por lo general, la marihuana no es propia para trabajar; en un principio es capaz de expandir la conciencia, lo cual puede generar
paranoia porque se percibe con mayor nitidez la presencia de los demás y del entorno; también es posible tener discernimientos o ideas que parecen brillantes, pero es posible que éstos se olviden al poco rato, porque después el cuerpo y la mente se relajan, lo cual invita a descansar y a ejercitar los sentidos, aunque también, claro, al disfrute dionisiaco y festivo, a la pachanga, aunque no tanto como la cafeína, el alcohol, la cocaína u otras drogas más claramente sociales. Cuando disminuyen los efectos, es evidente que hubo un consumo notable de energía, porque da hambre y sed. Claro que es posible trabajar y hacer cosas que requieren atención, pero esto consume aún más energía pues es ir contra la corriente, contra la naturaleza de la planta, aunque a veces es posible “clavarse” en alguna actividad, especialmente manual, y relajarse haciéndola.

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