Reseña
Por Daniel Maldonado
El acecho de los recuerdos se conjuga en los rincones que formaron nuestras experiencias, sitios donde la exploración de la vida nocturna nos permitía el asombro tras los primeros tragos al descubrimiento juvenil convertido en el contacto espumoso con las realidades taberneras, nichos de alcohol, carnalidad femenina y desvelos en los que nos desbalagamos disfrutando la tranquilidad de una ambiente lagunero por desgracia ahora casi extinto; una prehistoria botanera que acontecía en un tiempo donde la violencia aún no nos amurallaba tras la precaución, la paranoia, la desconfianza y el miedo.
La novela Parábola del moribundo, (La cabra ediciones, 2009) del lagunero Jaime Muñoz Vargas, se apropia de estos y otros ambientes para relatarnos la relación existente entre el poeta Santiago Macías y su mecenas Vicente Caballero. Santiago, escritor, profesor y periodista ocasional, poeta de afiebrada pedantería y desprecio desenvainado dispuesto a escaldar su entorno, es la contraparte que complementa la personalidad antiliteraria y pedestre de Caballero, galán enamoradizo y desenfadado amante de la cursilería quien solicita los servicios epistolares-celestinos de la pluma del poeta al ver un anuncio clasificado. Gracias a esta relación iremos descubriendo los problemas de sobrevivencia del escritor provinciano; atestiguaremos como la leche agria de una cofradía de periodistas serviles arroja su nata hedionda por el solo placer de mancillar al contrario; atisbaremos el mundillo literario de las damas encopetadas y sus pretensiones de creatividad árida y realizaremos un recorrido enamoradizo por bares y téibols donde el comprador de correspondencia galante intentará enseñar al poeta la sencillez de una vida dedicada al placer, siempre que se disponga de una billetera abultada desbordándose en el patrocinio de mujeres y bebida, situación económica que incluso puede cumplirle a Caballero el capricho de convertirse en un escritor al encargarle a su protegido un libro cualquiera, hecho que culminará en una deliciosa sorpresa al final de la novela. Continuar leyendo